Plaza
del Potro
La Plaza del Potro es una de las más
representativas de la ciudad de Córdoba (España), situada en el
barrio de San Francisco-Ribera.
En el centro de la misma se encuentra la
fuente del Potro cuyo remate es la figura de un potro que levanta sus
manos sujetando un cartel con el escudo de la ciudad. Esta fuente de
estilo renacentista data del año 1577, y el potro con el que está
rematada da su nombre a la plaza. En el Siglo de Oro era lugar de
encuentro de los pícaros y maleantes de la ciudad. Hasta 1847 estuvo
situada en el lado opuesto de la plaza al que hoy ocupa.
Se encuentra también en esta plaza la
famosa Posada del Potro, citada por Cervantes en El Quijote, además
del Museo de Bellas Artes local y el Museo Julio Romero de Torres.
Originariamente,
la plaza era de planta cuadrada y se encontraba rodeada de edificios
por sus cuatro costados.1
A principios del siglo
XV, al fundarse el Hospital
de la Caridad varió la forma de la plaza, disminuyendo sus
dimensiones de un modo considerable.2
1
En
1577 se construyó
la fuente del Potro, durante el mandato del corregidor Garci Suárez
de Carvajal. En 1847
la fuente se trasladó desde el otro lado de la plaza hasta el lugar
que ocupa en la actualidad, coronándola con la escultura de un
potro.2
En
la década de
1870, la Posada de la Madera, que se encontraba en el lado sur de
la plaza, es cerrada y expropiada por el ayuntamiento quien la
demolió para así abrir la plaza a la ribera del río.
En
1924 se colocó en
esta plaza el triunfo
de San Rafael, trasladado desde la plaza del Ángel.
En
1964 una réplica de la escultura ecuestre fue regalada a Jerez,
con motivo del hermanamiento de las dos ciudades. Dicha réplica se
encuentra en la Plazuela
de Belén de la ciudad jerezana.
El
duende de Julio Romero, en Rincones de Córdoba con encanto, de
Francisco
Solano Márquez (2003, Diario
Córdoba).
La
antigua posada
del Potro, reconvertida por el Ayuntamiento en recinto cultural,
añora sin duda el madrugador trajín de arrieros, cosarios y
vendedores que dieron vida a la plaza del Potro hasta mediados del
siglo pasado. Y el triunfo de San Rafael, trasplantado aquí en 1924
desde la antigua plaza del Ángel, es como el mascarón de proa de
esta nave urbana varada en remotos sueños de picaresca.
La
plaza se asoma a la Ribera
por la calle dedicada al pintor paisajista y defensor del patrimonio
artístico cordobés Enrique
Romero de Torres (1872-1956), que con el buen tiempo pueblan de
veladores y quitasoles los restaurantes económicos de la zona,
versión moderna de los antiguas posadas desaparecidas. Pero lo más
característico de la plaza, hasta el punto que le da nombre, es la
fuente; la fuente
del Potro.
Para
el escritor costumbrista Ricardo
de Montis la fuente del Potro era “la más artística de todas
y la de mayor renombre por su antigüedad y por el sitio en que se
halla”. Las viejas postales de color sepia la muestran muy
concurrida por gentes del barrio, entre ellas hacendosas mujeres
llenando sus cántaros, para lo que se valían de cañas que
canalizaban hasta la boca de los cántaros el agua de los caños
altos; un ingenioso invento. Hoy el agua de esta fuente ya no es
artículo de primera necesidad, sino lujo del paisaje urbano.
Data
la fuente de 1577,
reinando Felipe II, y la mandó construir el corregidor Garci Suárez
de Carvajal para mejorar el abastecimiento de agua al vecindario.
Inicialmente estuvo en el lado opuesto de la plaza –donde hoy se
halla el triunfo de San Rafael–, y allí permaneció hasta 1847,
en que fue trasladada a su emplazamiento actual.
El recordado erudito Miguel Ángel Orti
Belmonte dejó una precisa descripción: “La fuente del Potro es un
pilón octogonal, con columna disminuida al capitel, taza circular
con una gran piña central, con cuatro cabecitas que son los caños,
y encima un potro con las patas levantadas”, que las peñas
enarbolan como insignia de solapa. Y es que lo más característico
de la fuente es el airoso potro que la corona, que, oscurecido por la
pátina del tiempo, se encarama sobre una piña con cuatro caños,
que vierten sus tímidos chorros sobre una taza circular, que desagua
a su vez sobre el pilón por otros cuatro caños más sonoros; dos
cuartetos de voces acuáticas, cuyo sonido transmite una agradable
sensación de frescor.
Aseguran
algunos eruditos que la plaza del Potro tomó su nombre de un mesón
desaparecido. Y Ramírez
de las Casas-Deza afirma en su Indicador cordobés que se puso el
potro en la fuente “porque en aquel sitio se vendían antiguamente
los potros y mulas”. Es sin duda una de las plazas más literarias
de Córdoba, y tiene a gala haber sido citada en El Quijote, como
recuerda el artístico azulejo colocado en 1917
en la fachada de los museos: “El Príncipe de los Ingenios de
España Miguel de Cervantes Saavedra, de abolengo cordobés, mencionó
este lugar y barrio en la mejor novela del mundo. Varios cordobeses
con amor de paisanos y con veneración de españoles dedican este
humilde recuerdo al insuperable escritor”. Pero para conocer a
fondo esta plaza hay que leer El Potro y su entorno en la Baja Edad
Media, del historiador José
Manuel Escobar Camacho.
Al
margen de la fuente, lo que más hermosea la plaza del Potro es su
peatonalidad, batalla ganada por los vecinos en época del alcalde
Julio
Anguita, lo que permite a la fuente dominar el rectángulo sin
nada que le haga sombra. Junto a ella se extiende la pajiza fachada,
mitad gótica y mitad neogótica, del antiguo hospital
de la Caridad de Nuestro Señor Jesucristo, que atrae a un
incesante goteo de turistas ávidos de descubrir la mujer morena de
mirada sombría y ojos profundos que inmortalizó Julio
Romero de Torres, cuyo duende se pasea por la plaza las noches de
luna llena. En la vertiente opuesta a los museos, las tiendas de
recuerdos tapizan las paredes de colorines, con su oferta de
postales, cerámicas y baratijas.
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