21 agosto 2015

Plaza del Potro


Plaza del Potro
La Plaza del Potro es una de las más representativas de la ciudad de Córdoba (España), situada en el barrio de San Francisco-Ribera.
En el centro de la misma se encuentra la fuente del Potro cuyo remate es la figura de un potro que levanta sus manos sujetando un cartel con el escudo de la ciudad. Esta fuente de estilo renacentista data del año 1577, y el potro con el que está rematada da su nombre a la plaza. En el Siglo de Oro era lugar de encuentro de los pícaros y maleantes de la ciudad. Hasta 1847 estuvo situada en el lado opuesto de la plaza al que hoy ocupa.
Se encuentra también en esta plaza la famosa Posada del Potro, citada por Cervantes en El Quijote, además del Museo de Bellas Artes local y el Museo Julio Romero de Torres.
Historia
Originariamente, la plaza era de planta cuadrada y se encontraba rodeada de edificios por sus cuatro costados.1 A principios del siglo XV, al fundarse el Hospital de la Caridad varió la forma de la plaza, disminuyendo sus dimensiones de un modo considerable.2 1
En 1577 se construyó la fuente del Potro, durante el mandato del corregidor Garci Suárez de Carvajal. En 1847 la fuente se trasladó desde el otro lado de la plaza hasta el lugar que ocupa en la actualidad, coronándola con la escultura de un potro.2
En la década de 1870, la Posada de la Madera, que se encontraba en el lado sur de la plaza, es cerrada y expropiada por el ayuntamiento quien la demolió para así abrir la plaza a la ribera del río.
En 1924 se colocó en esta plaza el triunfo de San Rafael, trasladado desde la plaza del Ángel.
En 1964 una réplica de la escultura ecuestre fue regalada a Jerez, con motivo del hermanamiento de las dos ciudades. Dicha réplica se encuentra en la Plazuela de Belén de la ciudad jerezana.

Rincones de Córdoba con Encanto
El duende de Julio Romero, en Rincones de Córdoba con encanto, de Francisco Solano Márquez (2003, Diario Córdoba).
La antigua posada del Potro, reconvertida por el Ayuntamiento en recinto cultural, añora sin duda el madrugador trajín de arrieros, cosarios y vendedores que dieron vida a la plaza del Potro hasta mediados del siglo pasado. Y el triunfo de San Rafael, trasplantado aquí en 1924 desde la antigua plaza del Ángel, es como el mascarón de proa de esta nave urbana varada en remotos sueños de picaresca.
La plaza se asoma a la Ribera por la calle dedicada al pintor paisajista y defensor del patrimonio artístico cordobés Enrique Romero de Torres (1872-1956), que con el buen tiempo pueblan de veladores y quitasoles los restaurantes económicos de la zona, versión moderna de los antiguas posadas desaparecidas. Pero lo más característico de la plaza, hasta el punto que le da nombre, es la fuente; la fuente del Potro.
Para el escritor costumbrista Ricardo de Montis la fuente del Potro era “la más artística de todas y la de mayor renombre por su antigüedad y por el sitio en que se halla”. Las viejas postales de color sepia la muestran muy concurrida por gentes del barrio, entre ellas hacendosas mujeres llenando sus cántaros, para lo que se valían de cañas que canalizaban hasta la boca de los cántaros el agua de los caños altos; un ingenioso invento. Hoy el agua de esta fuente ya no es artículo de primera necesidad, sino lujo del paisaje urbano.
Data la fuente de 1577, reinando Felipe II, y la mandó construir el corregidor Garci Suárez de Carvajal para mejorar el abastecimiento de agua al vecindario. Inicialmente estuvo en el lado opuesto de la plaza –donde hoy se halla el triunfo de San Rafael–, y allí permaneció hasta 1847, en que fue trasladada a su emplazamiento actual.
El recordado erudito Miguel Ángel Orti Belmonte dejó una precisa descripción: “La fuente del Potro es un pilón octogonal, con columna disminuida al capitel, taza circular con una gran piña central, con cuatro cabecitas que son los caños, y encima un potro con las patas levantadas”, que las peñas enarbolan como insignia de solapa. Y es que lo más característico de la fuente es el airoso potro que la corona, que, oscurecido por la pátina del tiempo, se encarama sobre una piña con cuatro caños, que vierten sus tímidos chorros sobre una taza circular, que desagua a su vez sobre el pilón por otros cuatro caños más sonoros; dos cuartetos de voces acuáticas, cuyo sonido transmite una agradable sensación de frescor.
Aseguran algunos eruditos que la plaza del Potro tomó su nombre de un mesón desaparecido. Y Ramírez de las Casas-Deza afirma en su Indicador cordobés que se puso el potro en la fuente “porque en aquel sitio se vendían antiguamente los potros y mulas”. Es sin duda una de las plazas más literarias de Córdoba, y tiene a gala haber sido citada en El Quijote, como recuerda el artístico azulejo colocado en 1917 en la fachada de los museos: “El Príncipe de los Ingenios de España Miguel de Cervantes Saavedra, de abolengo cordobés, mencionó este lugar y barrio en la mejor novela del mundo. Varios cordobeses con amor de paisanos y con veneración de españoles dedican este humilde recuerdo al insuperable escritor”. Pero para conocer a fondo esta plaza hay que leer El Potro y su entorno en la Baja Edad Media, del historiador José Manuel Escobar Camacho.
Al margen de la fuente, lo que más hermosea la plaza del Potro es su peatonalidad, batalla ganada por los vecinos en época del alcalde Julio Anguita, lo que permite a la fuente dominar el rectángulo sin nada que le haga sombra. Junto a ella se extiende la pajiza fachada, mitad gótica y mitad neogótica, del antiguo hospital de la Caridad de Nuestro Señor Jesucristo, que atrae a un incesante goteo de turistas ávidos de descubrir la mujer morena de mirada sombría y ojos profundos que inmortalizó Julio Romero de Torres, cuyo duende se pasea por la plaza las noches de luna llena. En la vertiente opuesta a los museos, las tiendas de recuerdos tapizan las paredes de colorines, con su oferta de postales, cerámicas y baratijas.

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