Nuestra Señora de la Fuensanta |
AHPCO, Archivos de la Fe Pública, Notaría 14, Córdoba. 25 de enero de 1481.
Archivo Histórico Provincial de Córdoba
C/ Pompeyos, 6 14003 CÓRDOBA.
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La festividad de Nuestra Señora de la Fuensanta se celebra en Córdoba cada 8 de septiembre atrayendo al Santuario de su titular a miles de fieles, hecho este que se repite desde la primera mitad del siglo XV, momento en que encontramos el origen de dicha devoción.
Son varios los
autores que han narrado la aparición de la Virgen, así como el posterior
hallazgo de la imagen de Nuestra Señora de la Fuensanta, con ciertas
diferencias entre ellos, especialmente en lo concerniente a la fecha de
la aparición que unos sitúan en 1420 y otros en 1442, justificando estos
últimos su teoría y aportando argumentos en contra de la primera fecha
(como la coincidencia del 8 de septiembre en sábado que apuntan los
relatos, hecho que no se produce en 1420 y sí en 1442, o la titularidad
de don Sancho de Rojas como obispo de Córdoba, cargo que no ostentó
hasta el año 1440), pero a pesar de ello la historia coincide en la
mayoría de sus aspectos.
La aparición se
produjo a un vecino de San Lorenzo, Gonzalo García, de oficio cardador,
que tenía a su mujer enferma (tullida o paralítica según los autores) y a
su hija loca, que al poco de salir por la puerta de Baeza, cerca del
arroyo de las Piedras se encontró con dos hermosas mujeres y un mancebo,
indicándole una de ellas que tomara un jarro de agua de una fuente
cercana que le señalaron y su mujer e hija sanarían tras beber de ella;
el mancebo ante su duda, le confirmó que hiciera lo que le decía la
madre de Cristo porque él y su hermana Victoria le habían alcanzado ese
favor de la Virgen, desapareciendo después. Tras esto volvió a la puerta
de Baeza a comprar un jarro, que llenó en el lugar indicado, y su mujer
e hija sanaron tras beber el agua.
La fama del agua milagrosa se extendió rápidamente, siendo muchos los vecinos que acudían con diferentes males y que sanaban tras beber del manantial; uno de ellos, un ermitaño de la Albaida, tras verse curado de su enfermedad, tuvo una visión en la que se le revelaba la existencia de una imagen de la Virgen en el interior del tronco de una higuera cercana a la fuente, puesto el hecho en conocimiento del obispo don Sancho de Rojas, éste ordenó cortar el tronco apareciendo la imagen tal y como había dicho el ermitaño. Esta imagen debía estar bastante deteriorada dando lugar a la realización de una nueva que posiblemente sea la que todavía hoy se venera en el Santuario.
La fama del agua milagrosa se extendió rápidamente, siendo muchos los vecinos que acudían con diferentes males y que sanaban tras beber del manantial; uno de ellos, un ermitaño de la Albaida, tras verse curado de su enfermedad, tuvo una visión en la que se le revelaba la existencia de una imagen de la Virgen en el interior del tronco de una higuera cercana a la fuente, puesto el hecho en conocimiento del obispo don Sancho de Rojas, éste ordenó cortar el tronco apareciendo la imagen tal y como había dicho el ermitaño. Esta imagen debía estar bastante deteriorada dando lugar a la realización de una nueva que posiblemente sea la que todavía hoy se venera en el Santuario.
Para dar culto a la
Virgen se levanta en primer lugar un humilladero, sustituido al poco
tiempo (1454) por otro mayor y un brocal para recoger el agua, que a
fines del siglo XV (1494) son cubiertos y protegidos por una capilla
gótica de planta cuadrada. A su vez la iglesia, parece que empieza a
levantarse en 1450, estando terminada en 1454, si bien sería muy
diferente a la que conocemos actualmente, ya que tuvo varias
reedificaciones, la más profunda en 1649 que le otorgó su configuración
actual, siendo probablemente la portada lateral lo único que permanezca
de la primitiva iglesia, junto con la entrada a la antigua hospedería
situada al otro lado del patio sufragada con los donativos de doña
María, esposa del rey Alonso de Aragón que visitó el Santuario en 1455
para curar su enfermedad.
El documento que
presentamos recoge el testamento de Isabel Rodríguez, la esposa de
Gonzalo García, el cardador a quién se le apareció la Virgen, y la
primera persona en sanar tras beber el agua de la Fuente Santa. El
testamento está fechado en veinticinco de enero de 1481 lo que nos hace
pensar que si en el momento de la aparición de la Virgen ya estaba
casada, y con una hija de cierta edad, la fecha de 1442 puede ser más
acertada que la 1420 para datar dicha aparición.
En el testamento, en el cual reparte sus bienes entre todos sus nietos, son dos las referencias que hace a los acontecimientos narrados. Al comienzo se identifica como mujer de Gonzalo García y hace una mención probablemente a la aparición, si bien el paso del tiempo ha dado lugar a la pérdida de un pequeño fragmento, quedando como sigue “…Isabel Rodríguez, mujer de Gonzalo García […] la virgen María en la Fuente Santa…”. En segundo lugar en el reparto de los bienes encomienda el cuidado de las reliquias de la Virgen del siguiente modo “…et mando las reliquias que yo tengo que parescieron en la dicha fuente santa al dicho Gonzalo García mi marido a Catalina López la serrana beata que mora a la Magdalena…”, lo que confirma el deterioro de la imagen original y la talla de una nueva.
En el testamento, en el cual reparte sus bienes entre todos sus nietos, son dos las referencias que hace a los acontecimientos narrados. Al comienzo se identifica como mujer de Gonzalo García y hace una mención probablemente a la aparición, si bien el paso del tiempo ha dado lugar a la pérdida de un pequeño fragmento, quedando como sigue “…Isabel Rodríguez, mujer de Gonzalo García […] la virgen María en la Fuente Santa…”. En segundo lugar en el reparto de los bienes encomienda el cuidado de las reliquias de la Virgen del siguiente modo “…et mando las reliquias que yo tengo que parescieron en la dicha fuente santa al dicho Gonzalo García mi marido a Catalina López la serrana beata que mora a la Magdalena…”, lo que confirma el deterioro de la imagen original y la talla de una nueva.
El documento,
pertenece al fondo de Protocolos Notariales, antiguo oficio número 14 de
Córdoba, y está otorgado ante el escribano Gonzalo González,
incluyéndose dentro del grupo de fondos de Archivos de la Fe Pública.
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En la primera mitad
del siglo XV moraba en el barrio de San Lorenzo, junto a la
puentezuela, un infeliz cardador de lana llamado Gonzalo García, a
quien su escaso jornal no bastaba a sostener a su esposa e hija, la
primera paralítica y la segunda demente; por tanto, imposibilitadas
de ayudar a contribuir con su trabajo a los gastos de la familia.
Desesperado con tan triste situación, y no sabiendo qué
determinación tomar, saliose un día por la puerta de Baeza hacia el
arroyo de las Peñas o Piedras, que es el de la Fuensanta, y hacia el
sitio que aún se denomina de las Moras, a causa de las muchas
silvestres nacidas en aquellos paredones.
Meditabundo y
pensativo iba Gonzalo hacia el mencionado sitio cuando se le
acercaron dos hermosas jóvenes, una en pos de otra, y un gallardo
mancebo; la primera le dirigió estas o parecidas cariñosas
palabras: "Gonzalo, toma un vaso de agua de aquella fuente, y
con devoción dalo a tu mujer e hija y tendrán salud". Suspenso
quedó aquel desgraciado, si bien dominándolo la idea de que sus
favorecedores serían la Virgen María y los patronos de Córdoba San
Acisclo y Santa Victoria, en cuya idea lo afirmó el gallardo joven
diciéndole: "Haz lo que te manda la Madre de Jesucristo, que yo
y mi hermana Victoria, como patronos de esta ciudad, lo hemos
alcanzado de la Virgen Santísima".
Lleno de gozo y aún
más admirado volvió ansioso la vista hacia el sitio señalado,
donde efectivamente corría el agua, manando de entre las
descubiertas raíces de un cabrahigo (higuera silvestre), que
demostrando su atigüedad cubría con sus ramas parte del paredón de
la cercana huerta. Mas casi simultáneamente iba a arrojarse a los
pies de su celestial bienhechora cuando ésta ya había desaparecido
con los santos mártires.
Henchido su corazón
de gozo y agradecimiento, corrió Gonzalo a una alfarería, cercana a
la hoy demolida puerta de Baeza, compró el jarro y lleno de la
salutífera agua lo llevó a su casa contando lo ocurrido y pidiendo
con gran fe que con ella viviesen su mujer e hija, logró verlas
libres completamente de sus acerbos y ya incurables padecimientos.
Como no podía menos de suceder, la noticia circuló por toda la
ciudad. Los enfermos corrieron a beber de la fuente designada, y
nuevas curaciones justificaron más y más la virtud de sus aguas.
Mas nadie acertaba a descifrar aquel misterio, descubierto al fin por
otra nueva revelación.
El jarro comprado por
Gonzalo García, y que era de barro vidriado, como color amarillo, se
conservó muchos años como una preciosa reliquia, afirmando Enrique
Vaca de Alfaro que el día 6 de abril de 1671 tuvo en su mano un
fragmento que aún quedaba en poder de Juana de Luque, vecina de la
calle del Aceituno, de 67 años de edad, y viuda de Nicolás Muñoz
de Toro, descendiente del Gonzalo.
Veinte años habían
transcurrido desde aquel portentoso suceso, aún sumido en el más
misterioso secreto. El sitio conocido por la Albaida era la morada de
los ermitaños de Córdoba, aún no congregados como en la
actualidad, y uno de ellos, agobiado por una cruel hidropesía que lo
llevaba al sepulcro, se decidió también a beber de las saludables
aguas de la santa fuente, y con ellas logró la salud apetecida.
Lleno de
agradecimiento y fe pedía a Dios y a la Virgen en sus oraciones que
se dignasen aclarar aquel arcano, cuando una noche, la del 8 de
septiembre, oyó cierta voz que satisfizo su ansiosa curiosidad,
revelándole que en el tronco de aquel cabrahigo se encerraba una
imagen de la Virgen, depositada en un hueco cuando la persecución de
los cristianos, y cuya concavidad había cerrado el transcurso de
tantos años.
El ermitaño corrió
al día siguiente a presentarse al obispo de Córdoba don Sancho de
Rojas, y contándole lo ocurrido, éste hizo cortar el árbol,
confirmándose las palabras del anacoreta, puesto que fue hallada la
imagen que con tanta devoción veneramos. Es de barro y tiene en la
espalda unas letras muy gastadas, al parecer góticas.
Al día siguiente de
la revelación cortóse el árbol, y encontrado tan estimable objeto,
divulgose la noticia con la velocidad del rayo, acudiendo casi en su
totalidad el vecindario de Córdoba con el clero, autoridades y demás
corporaciones, formando todos una procesión que en medio de una
alegría indescriptible, aumentada por el repique de tantas campanas
como entonces había, y del disparo de cohetes y arcabuces, llegó
con la imagen al Sagrario antiguo de la Catedral, hoy capilla de la
Cena, donde la depositaron, hasta que se edificó en el sitio del
cabrahigo el primer Santuario de Nuestra Señora de la Fuensanta#El
humilladero o Pocito, costeado por el obispo don Sancho de Rojas.
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