Fuente exterior |
Pero el semblante que hoy ofrecen los jardines no es de muerte
sino de vida; palpita la vida bajo la arboleda, que cobija amorosamente
los juegos de niños, la tertulia doméstica de las madres vigilantes, la
taciturna reunión de jubilados, el diálogo sin palabras de los amantes,
los perros cautivos y las palomas libres, que se desplazan en un blanco
barullo hacia la mano que les brinda alimento... Dos ritmos bien
distintos tiene la vida que transcurre en los jardines: el sosiego de
quienes están, y se sumergen complacidos en la envolvente compañía de la
vegetación, y el andar apresurado de quienes pasan, ajenos a un espacio
privilegiado que desprecian sin dejarse seducir, mero atajo en su
trayecto cotidiano.
Morabito |
El centro geométrico de este corazón verde lo constituye la
fuente, que, como los propios jardines, tuvo un parto lentísimo y
laborioso; emprendió ambos proyectos en 1835 un efímero alcalde, el Conde de Torres Cabrera, pero no cuajaron. Los jardines actuales responden a un proyecto de 1905,
mientras que la fuente se construyó en los años veinte. Es una obra de
aliento neorromántico, realizada en hormigón por el escultor Rafael del Rosal, según proyecto del reputado arquitecto Carlos Sáenz de Santamaría.
Sobre el centro del gran pilón circular, anillado por tuyas, surge el
pilar central, sobrecargado de veneras y peces de leyenda, sobre el que
se encaraman dos tazas decrecientes rematadas por el penacho de un
copioso surtidor, que al caer se desmaya en guedejas de agua.
Una docena de bancos de fundición pespuntean el perímetro de
la circular explanada –su forma recuerda la de la plaza de toros que
hasta 1831 hubo en el lugar– e invitan a contemplar el grato espectáculo. El rumor
del agua, el zureo de las palomas y las risas infantiles levantan una
bucólica barrera acústica que amortigua el molesto ruido del tráfico,
incesante más allá de las verjas de dorados remates, que proporcionan a
los jardines un toque palaciego. Los ocho paseos radiales conectados con
las entradas confluyen en el círculo central, todo pavimentado de
rojizos adoquines, que, aunque proporcionan más pulcritud, añoran el
albero de antaño. A la vera de la fuente dibuja su exótica silueta
oriental el somnoliento morabito, hoy transformado en modesta mezquita y
sede de la Asociación de Musulmanes. En el contiguo parque infantil
juegan los niños, ajenos a cualquier tentación de xenofobia.
Fuente central |
Hay que recurrir a Lola Salinas y a Manuel de César para que, a través de su libro Parques y jardines cordobeses,
nos guíen por la botánica del recinto, “de los más cuidados y bellos
entre los cordobeses”, que anotan entre su arboleda robustos plátanos de
sombra, palmeras datileras y canarias, melias o árboles del paraíso,
naranjos, recios pinos, esbeltas casuarinas, moreras, tres cedros del
Himalaya y álamos blancos, así como ejemplares únicos, como la acacia de
tres espinas, el brachichiton, la mimosa, el perfumado mandarino y los
cipreses grises. Sin contar las arbustivas plantas que crecen en los
parterres, ahora alfombrados de césped, en los que se agrupan macizos de
cañas y de agapantos, que al final de la primavera mecen sus violáceas
flores sobre esbeltos tallos cimbreantes.
1. La capital
Rincones de Córdoba con encanto
Francisco Solano Márquez (2003)
Rincones de Córdoba con encanto
Francisco Solano Márquez (2003)
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